En las playas y costas de Santa Marta y La Guajira, entre otros lugares del Caribe colombiano, habita un grupo de organismos que suele pasar inadvertido para los turistas, pero que guarda en su tejido compuestos con potencial como hidratantes y bloqueadores solares naturales: las macroalgas rojas. Un grupo de químicos halló en una de ellas un “gel” ideal para crear mascarillas faciales que hidratan sin irritar la piel, un hallazgo prometedor para el futuro de los cosméticos naturales del país.
La protagonista es la especie Hypnea musciformis, una alga roja que puede alcanzar entre 10 y 30 cm de altura, y que entre sus filamentos o “brazos” tiene algunos que se enroscan en forma de ganchos. Esta forma característica le permite unirse a otras algas de manera más sencilla, y tiene sentido si se revisa su etimología, que proviene del latín y puede significar “atar” o “entrelazar”.
En su curiosa forma y atractivo se interesó la investigadora Jessica González Torres, magíster en Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien quiso ir más allá de su apariencia y analizar los compuestos presentes en su organismo, pues en otras especies de algas se han encontrado sustancias beneficiosas para consumo humano —por sus vitaminas, minerales y antioxidantes— y para la protección frente a los rayos del sol, pues tiene una capa gelatinosa que defiende y blinda la piel.
La especie con “brazos de gancho” se ha reportado en más de 61 países, incluido Colombia. Sin embargo, se conoce poco sobre su química, es decir sobre los compuestos que alberga en su interior. La química González, junto a investigadores de la Universidad Jorge Tadeo Lozano Sede Santa Marta, consciente de que esta alga ha sido reportada en poblaciones de pocos individuos, se propuso cultivarla en laboratorio para analizar su composición y determinar las propiedades benéficas que encierra y cómo aprovecharlas para elaborar mascarillas naturales.
En su investigación, que no solo evaluó esta especie sino otras 10 algas rojas distribuidas por todo el Caribe colombiano, confirmó la presencia de dos compuestos antes reportados que son los responsables de las propiedades cosméticas: las carrageninas y los aminoácidos tipo micosporinas.
Las carrageninas están en las paredes celulares del alga y son vistas como el “gel natural del mar”, pues funcionan como un “pegamento” que le da firmeza y elasticidad a su estructura. Lo que las hace especiales es su alta capacidad para retener agua, haciéndolas ideales para hidratar la piel.
Los aminoácidos tipo micosporina son como el bloqueador solar del alga, ya que son pequeñas moléculas producidas por su organismo para defenderse del sol, absorbiendo los rayos ultravioleta y transformando esa energía para que no sea dañina o perjudicial.
Un cultivo en laboratorio
La magíster de la UNAL recolectó muestras en Punta La Loma, cerca del Aeropuerto de Santa Marta, y en la costa de La Guajira, en donde esta especie crece de forma natural sobre sustratos rocosos, trabajo que adelantó con una estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
La investigadora analizó 6 muestras de H. musciformis recogidas entre 2022 y 2023, y las comparó con otras cultivadas durante 40 días en un sistema semicerrado de laboratorio, una especie de miniacuario con luz, temperatura y nutrientes controlados, para observar cómo cambiaba su química fuera del mar.
El propósito era entender si la alga se podía cultivar sin afectar las poblaciones naturales, y al mismo tiempo conservar sus propiedades cosméticas. Después de secarlas y molerlas, las muestras se procesaron con el fin de obtener los extractos de interés; luego se analizaron mediante cromatografía y técnicas espectroscópicas, que permiten separar e identificar los compuestos de las algas.
Los resultados mostraron que las algas silvestres, expuestas a la radiación solar del Caribe, producían mayores cantidades de aminoácidos tipo micosporinas (MAAs) —más de 5 mg por gramo de alga seca—, moléculas que actúan como bloqueadores solares naturales al absorber los rayos ultravioleta y neutralizar su efecto. En cambio, las algas cultivadas en laboratorio generaron carrageninas tipo κ (kappa) con un peso molecular superior a 100 kilodaltons (kDa), lo que las hace más estables y de mejor calidad para formar geles.
Ese contraste fue crucial, pues mientras las algas naturales se especializan en protegerse del sol, las cultivadas refuerzan su estructura interna. En conjunto, revelaron el doble talento de proteger y humectar, funciones esenciales tanto en su vida marina como en los productos cosméticos que se podrían crear de ellas.
Según la investigadora González, con la carragenina obtenida del alga de Santa Marta dio un paso más y elaboró una mascarilla facial tipo hidrogel, es decir una lámina delgada, transparente y fresca al contacto con la piel.
Para evaluar su eficacia, realizó pruebas con 15 voluntarios (7 hombres y 8 mujeres), de entre 35 y 40 años, midiendo la hidratación cutánea y la pérdida de agua transepidérmica (agua del interior al exterior de la piel) con instrumentos dermatológicos de precisión (Corneometer® CM 825 y Tewameter® TM 300), ampliamente usados en la industria cosmética.
“La mascarilla generó una mayor hidratación de la piel y redujo la pérdida de agua transepidérmica en los voluntarios. Además fue aceptada positivamente por todos los participantes, quienes indicaron una sensación de frescura, suavidad y comodidad después de usarla, sin que dejara la piel pegajosa”, indica la magíster de la UNAL.
Aunque afirma que los resultados necesitan validarse con grupos más grandes de personas, los valores obtenidos complementan otras investigaciones en el mundo sobre los dos compuestos evaluados por ella, y exaltan la biodiversidad de algas que existe en Colombia, país en el que en los últimos años se ha avanzado en el conocimiento de sus especies y de los beneficios que aportan a la salud humana.
El trabajo fue dirigido y codirigido por los profesores Leonardo Castellanos Hernández, del grupo de investigación “Estudio y Aprovechamiento de Productos Naturales Marinos y Frutas de Colombia” del Departamento de Química de la UNAL, y Gladys Rozo Torres, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, institución en la que se realizó el cultivo de las algas.
Fuente: Agencia UNAL